«Veo hombres, como si fueran árboles que caminan».
Marcos 8:24
Es curioso el hecho de que hace dos semanas atrás los árboles en Alemania estaban blancos cubiertos de nieve y hielo. Hoy están blancos pero cubiertos de flores.
Y podemos pensar que los colores de la primavera estallan en bellos, amarillos, rosas y lilas de un día para el otro o mejor aún descubrir que la latencia del invierno encarna dentro de sí una bella primavera.
Oculta y protegida bajo la tierra, las semillas, los bulbos, brotes y capullos concentran la energía para renacer, resurgir, reverdecer, y nada de esto sería posible sin el despojo del otoño ni el lapsus oculto y latente del invierno.
Los hombres y mujeres de Fe sabemos que el árbol de la Cruz encierra también otro misterio esta vez de índole sobrenatural. A aquel madero que algunos pueden ver solamente como un instrumento de tortura nosotros lo contemplamos en la Gloria de la Resurrección, la Vida... y Vida en abundancia, que vino a traernos Nuestro Señor, Nuestro salvador: Jesús.
Hermanos, sigamos caminando esta Cuaresma, incluso vivamos esta Pascua, este camino al calvario, muriendo a nosotros mismo pero aferrados a la amorosa certeza de quienes ya conocen el camino y el destino: Cristo y la primavera eterna que encierra Su paraíso.
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